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Mujeres y autoimagen

Ser atractiva, tener un cuerpo que siga los cánones de la moda, se ha convertido en una obsesión para muchas mujeres.

Nuestra crueldad se vuelve despiadada a la hora de criticar nuestro cuerpo, y en general nuestra energía se vuelca en “cómo se me ve” en lugar de “cómo soy”.

Cosméticos, moda, cirugía, dietas, gimnasios, masajes, todo gira en torno a acercarnos a ese modelo que tenemos en nuestras mentes y con el que nos comparamos continuamente.

No hace tanto tiempo la mujer estaba básicamente en casa, cuidando del marido y de los hijos. Pasaba de ser una posesión de los padres a ser posesión del cónyuge. Ser soltera pasada la edad prudencial era una maldición que cualquier mujer intentaba evitar a toda costa.

He oído y leído muchas veces el término “solterón” o “solterona”. En el primer caso, normalmente va seguido del adjetivo “empedernido”, mientras que en el segundo, es “solterona” a secas. “Solterón empedernido” da la imagen de alguien que ha elegido esa condición; “solterona” suena a que no ha tenido otra.

Obviamente, si el sueño de la mujer es casarse y formar una familia, tiene que atraer a un hombre. El aspecto físico, su apariencia a todos los niveles se convierte en una cuestión de pura supervivencia.

Hoy en día la situación de la mujer es muy diferente, pero nosotras y nuestra mentalidad no lo somos tanto. He conocido a muchas mujeres que aun habiendo alcanzado sus sueños, llevando vidas intensas e interesantes, arrastran la frustración de no tener una pareja o de no haber conseguido formar una familia. “¿Qué hay de malo en mí?” me preguntan, con la mirada del que carga un doloroso estigma.

Hace ya unos años que se ha intentado darle la vuelta a todo esto introduciendo el concepto “autoestima” y convirtiendo el mensaje “odio a mi cuerpo” en el más positivo “amo mi cuerpo”. Amo mis curvas, amo mis arrugas, amo mi pelo seco y mi enorme barriga. Definitivamente, me puede hacer más feliz amar mi barriga que odiarla, pero eso no me libra de la obsesión por mi cuerpo. No sé cómo lo ves tú, pero yo quiero estar ocupada en la vida que estoy viviendo, en las personas que me encuentro. No quiero tener opiniones acerca de mí o de mi cuerpo, no quiero amarme ni odiarme, ni quiero estar ocupada con los sueños que tenían mis tatarabuelas y que no conseguí simplemente porque mi atención se fue para otro lado.

¿Y se trata entonces de ignorar mi cuerpo? No, todo lo contrario, se trata de ser un cuerpo. Para mí, es la sensación de estar en casa, una inmensa sensación de comodidad y bienestar. Conseguir esa sensación es salir de la imposición de mi cultura y reivindicar mi fuerza femenina; es mi mensaje personal de profundo agradecimiento a la vida.


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