Pasar a la acción – ¡Ponte las pilas!

Trabajar en la racionalidad pura y dura, en la idea y el concepto, es un trabajo arduo, pero al que nos acostumbramos con bastante facilidad ya que el espacio mental como sitio de trabajo aislado de la realidad nos da mucha seguridad, es un lugar muy protector. En “nuestro mundo del pensamiento” nada puede hacernos daño, ni las problemáticas sociales, ni la economía, ni el vecino, ni el que compite con nosotros, nada nos puede molestar, nada nos toca, no hay accidentes y los problemas son razonables. Pero claro está, no podemos vivir ahí.

Cuando salimos de nuestro mundo interior de las ideas nos chocamos contra la realidad. La brecha que existe entre nuestras ideas y la realidad puede ser tal que hasta a veces podemos sentir fragmentada nuestra propia identidad en dos o más posibles identidades, “lo que deseo hacer”, “lo que imagino hacer”, “lo que estoy haciendo en realidad”, “lo que otros quieren que yo haga”, etc.

Todas estas múltiples maneras de vernos a nosotros mismos surgen, entre muchas cosas, de esta diferencia entre lo que ideamos para nosotros mismos y lo que en realidad terminamos haciendo.

Si más tiempo dejamos pasar en intentar llevar a la práctica de nuestra vida cotidiana nuestras ideas generaremos una especie de acumulación de frustraciones que terminarán reconfigurando nuestra personalidad y afectando nuestra manera de percibir el mundo y a nosotros mismos.

La clave quizás esté en mantener una gimnasia de trabajo continuo entre pensar y hacer, incluso considerando al cuerpo no como un envase o una máquina, sino más bien como una entidad pensante donde razón y acción conviven en un presente activo y transformador.